viernes, 16 de marzo de 2018

Retazo


Esta mariposa multicolor de particular aleteo es una de mis favoritas. De retazos innumerables está hecho el inmenso cobertor que da calidez a mis noches más heladas.

Cada uno tiene su nombre: cayenas en la ventana de Ramo Verde, la ardiente arena de Anare, piedras abajo de las aguas claras de los ríos del Ávila, el sabor de un mango de cualquier calle caraqueña, una dorada y humeante medialuna porteña.

Dice la infaltable Real Academia Española que son “pedazos de cualquier cosa”. Y sí, son miles de “cualquier cosa” unidas por el azar de la memoria.

Así como desde los albores de la humanidad nos cubrimos la piel de las inclemencias del clima con retazos unidos al amor de las agujas, también el alma se calienta con los retazos de recuerdos que componen su particular y mínima historia.




viernes, 9 de marzo de 2018

Ojalá


"Ojalá se te acabe la mirada constante
la palabra precisa, la sonrisa perfecta"

Hace muchísimo tiempo quedé cautivada por la magia de la canción de Silvio “Ojalá”. Los acordes de la guitarra junto a la poesía de la letra me hacían soñar con mundos que ni siquiera se asomaban en el horizonte.

Poco o mucho tiempo después, depende del reloj con el que lo mida, esa misma canción adquirió otro significado, entre el dolor de querer a alguien que se escapa y la tonta ilusión quebrada de que las cosas permanecerían para siempre.     

“Ojalá que la luna pueda salir sin ti”

Y sin embargo, a pesar de las ausencias, la luna sigue saliendo. Aunque "Ojalá" permanece en mi mente, resonando con acordes de trova y con el aroma de las almendras amargas de los amores contrariados, el tiempo sigue pasando sin concesiones.

Así lo entendían los árabes, de donde proviene la palabra ojalá. Su significado, “si Dios quisiera”. Pues así vamos caminando en este valle de lágrimas, expuestos a lo que el destino, el hado o Dios quiera hacer con nuestras frágiles vidas. 




miércoles, 7 de marzo de 2018

Espejismo

Esta mariposa de alas plateadas tiene su origen en la palabra latina “speculum”, espejo. Ese pulido objeto cotidiano que está en cualquier lado. Espejos en el baño, espejos en las escaleras, espejos en los ascensores. Tan cotidianos que ni se les presta atención.

Me pasa muchas veces que me veo en el espejo y descubro que no se quién es la persona que está del otro lado de la brillante superficie. Sonríe si yo sonrío y alza las manos si yo las alzo. ¿Pero soy yo? ¿O es mi propio espejismo el que me devuelve la mirada en una absurda paradoja?

Hurgando en el diccionario de la Real Academia Española, me dice que un espejismo es una  “ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, lo cual hace que los objetos lejanos den una imagen más cercana e invertida”.

Así que lo que está muy lejos, lo vemos cerca y además, al revés. Con explicación científica incluida, que habla de densidades y demás, pero que no refleja cuántos espejismos somos capaces de seguir a lo largo de la vida. Ni tampoco dice nada sobre la sensación de tener algo tan próximo, tan próximo, que cuando casi lo rozas con la punta de los dedos, se desvanece… como un espejismo.

lunes, 5 de marzo de 2018

Efímero


Es efímero lo que dura un día. Nostálgica es esta mariposa, cuya breve vida transcurre entre apenas un par de cientos de aleteos y al anochecer se desvanece tal como si nunca hubiese existido.

Los antiguos griegos usaron el término para designar lo que dura durante “la luz de un día”. Y hasta nuestros tiempos, lo usamos para designar algo que dura muy poco. Tal cual la vida.

Cuando cierro los ojos y hurgo en mi memoria, los recuerdos acuden entre los hilos de un sueño. Tan sutiles y tan breves, que los años se convierten en aleteos que susurran y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Tan increíblemente sutiles que ni siquiera logro discernir qué tan reales son.

Precisamente en esa búsqueda de correr en contra de lo efímero de nuestro tiempo, la humanidad ha intentado desde sus albores perdurar más allá de los días que le toca vivir. Algunos lograron huellas que nos hablan de sus vidas a través de las brumas de los tiempos, vidas tan parecidas a las nuestras que asombra asomarse a ellas a través de la distancia de milenios. 

Tal como nuestros desconocidos antepasados dejaron sus marcas en piedras y cuevas milenarias, así hoy en día la humanidad sigue marcando sus efímeras improntas, soñando en que alguna mirada se asombrará ante ellas desde el improbable futuro que se abalanza sobre el tiempo.