viernes, 3 de junio de 2011

Pensadero

Hoy me desperté, y al abrir los ojos lo primero que pensé fue en lo maravilloso que sería no pensar tanto. Vivir en una suerte de limbo cerebral, (al menos durante unos breves minutos del día) en el que los pensamientos no se atropellaran unos con otros, sino que se sucedieran el uno al otro, ordenaditos, cada uno en su lugar, entrando como ovejitas al redil.

Pero ¿cómo lograr mutear un rato al menos la pantalla multiétnica, colorida e irracional de mis pensamientos dispersos? Ahí estaba la pregunta de las cien mil lochas. Pero en ese momento, como venida desde una neblina, sacada de una lectura de mi infancia, me vino una imagen de Lobsang Rampa tratando de silenciar sus pensamientos.

Entonces, intenté religiosamente la trama sistemática de oír a mi respiración y empecé: “puraka-kumbhaka-rechaka” un millón de veces, una más o una menos, y sirvió… por unos breves treinta segundos.

En seguida los indómitos hijos de mis ondas cerebrales, no conformes con ser reducidos a la no-existencia, se fueron escapando uno a uno, saltando tal cual las mencionadas ovejitas pero en sentido contrario.

Así, en cuestión de segundos, otra vez mi pantalla personal estaba llena de los más disímiles objetos: el sabor de las ciruelas rojas, un peñero a la orilla de la playita de Anare, unas manos con los dedos entrelazados, un sombrero de cuadritos y la cabeza que lo carga y el cuerpo que le sigue a la cabeza, la voz ronca de Sabina con sus 500 noches para olvidarla y hasta el vestido gris que vi antier colgado en la vitrina de Zara.

Así que a empezar otra vez, esta vez dos millones de veces: “puraka-kumbhaka-rechaka”, aunque sin ninguna garantía de éxito...

¡Qué útil sería que Dumbledore me prestara, aunque fuera sólo una vez al mes, su pensadero!

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