jueves, 2 de junio de 2011

El principio

Yo hubiese querido lo que tú hubieses deseado. Por esa razón, tan simple como irracional, dejaba que el cabello me cayera por la espalda, obviando el fastidio de ponerle enjuague para desenredarlo y soportando que los mechones húmedos y recién lavados me mojaran la espalda y la franela, o cocinaba interminables y detestables paellas, sopas de pescado, pasteles de chucho y sardinas asadas.

Por eso también quise, cuando tú lo quisiste, que hiciéramos una familia. No necesité pensarlo mucho, me imaginé inmediatamente durmiendo y amaneciendo en tus brazos entre las paredes de una solitaria casita andina de bahareque, en el medio de un campo sembrado de pimentones y caraotas negras, escuchando las campanas de la iglesia marcar las horas, con su sonido de bronces antiguos abriéndose paso entre la neblina que bajaba cada mañana del páramo.

Y sin embargo, no importaban para nada los lugares, igual hubiese podido estar contigo en la ciudad, en el campo, en el mar, tal como fueron nuestras insólitas residencias: primero en la orilla del mar, con las olas rompiendo sobre la pared trasera de nuestra casa, escuchando todas las noches la subida de la marea y el correteo de los cangrejos sobre las paredes, barriendo cada mañana la arena inclemente que se acumulaba en todos los rincones.

O como aquella vez que vivimos en un apartamentico mínimo con las paredes llenas de ventanas que dejaban entrar mucha luz, pero con unas tuberías resecas que no dejaban que entrara el agua de igual manera, provocando una permanente sequía, que sin embargo aguantábamos sin protestar demasiado, ocupados en otros asuntos como mirarnos a los ojos.

Y finalmente, en la casa que construimos: una casa que primero fue una simple tienda de campaña bajo un montón de cedros centenarios, hasta que me dejaste en un estúpido vuelo de una mañana de domingo.

Y sin embargo, si miro hacia atrás, son muy pocas las cosas que cambiaría si tuviera la imposible oportunidad de echar para atrás el tiempo. Es que desde nuestro comienzo hasta nuestra despedida, todas nuestras circunstancias estuvieron rodeadas del ambiente que se siente cuando está por pasar una catástrofe: un terremoto que abriera en dos las paredes de la casa de mi infancia no hubiese causado tanta devastación como el encontrarme contigo.

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